Personajes

Uno de los hijos más destacados dela pequeña pero pujante parroquial de San Antonio de Ibarra, ciudadano prodigio que se formó en el entonces Liceo Artístico “Daniel Reyes”, un hombre que dedico si vida a lo más sublime de la ensoñación artística plasmada en sus lienzos. Me refiero a Gilberto Almeida Egas (78 años) pintor y visionario que supo sincretizar en el lienzo sus pictóricas ideas ejecutadas con gran infinidad de técnicas, aquellas que hoy por hoy es el referente vivo de las plásticas ecuatorianas.

Siempre admire en el su prolífica creatividad que le impulsó a plantearse una variedad de recursos técnicos sobresaliendo las texturas tanto visuales como táctiles percibiéndose en ellas dibujos vigorosos y muy espontáneos. El maestro en 1967 integro el grupo Van junto a siete pintores de su misma generación.

Almeida maneja con mucha probidad algunos materiales disimiles entre sí,  como pasteles, arroz, clavos, polvo filtrado, piolas, adhesivos de ebanistería, óleos y acrílicos, él se nutrió y utilizo  a voluntad sin ninguna dificultad, los puntales técnicos que el informalismo experimento.

 

Gilberto Almeida logra en el color interpretar todo un oficio a un mundo subjetivo lleno de poesía desmitificada, posibilitando que el entorno iridiscente de su mente nos pueda transmitir a través de su pintura, su energía, su vitalidad y de forma extraordinaria su brillante talento y singular franqueza que lo han catapultado como uno de sus patrimonios vivientes más significativos del desarrollo cultural, intelectual y artístico del país, un icono de las actuales y futuras generaciones, no en vano fue galardonado en sus cincuenta años de actividad ininterrumpidas con múltiples premios y condecoraciones al más alto nivel que por sí solo hablan de toda una trayectoria escrita en las páginas de la Historia del Arte contemporánea ecuatoriano.  

El mismo, ocasionó cuantiosos daños materiales y víctimas mortales, que fueron sepultados en fosas comunes, en el mismo sitio donde décadas atrás, fueron enterrados los caídos en combate en la batalla de San Antonio de 1812. Lugar comúnmente conocidos hasta hace poco como: el cementerio; sitio, ubicado al sur y a pocos pasos del templo. Las autoridades Cívicas y Religiosas de la época con el apoyo directo del presidente Gabriel García Moreno emprendieron en la enorme tarea de reconstrucción de las áreas destruidas por el siniestro; lo propio, hicieron los representantes de San Antonio que a dicha reconstrucción. Incluyeron las imágenes religiosas del templo seriamente afectadas por el desastre; y para el cumplimiento de dicho objetivo, se trasladaron a la ciudad de Quito, a contratar a los más destacados escultores para que las restaure.

Aquello genero todo un acontecimiento en la población, en virtud de que logro despertar la curiosidad de sus habitantes, para observar una actividad totalmente desconocida en la época; y por supuesto, no podía faltar la presencia del inquieto niño Daniel Reyes, el cual, en su proceso de formación temprana siendo aún niño, se estimuló al observar como restauraban las esculturas, cuya experiencia en el muchacho, se convirtió en una verdadera vocación, que lamentablemente los ociosos, sin embargo su madre al contrario, se sintió atraída por las inclinaciones de su hijo, trasladándose con él, a Quito para que amplié su visión de la artes, a través de la observación de la magnífica de la escala quiteña, situación que le permitió conocerle, al último exponente de esta escuela , José Domingo Carrillo, el cual finalmente, le acepto como discípulo; taller en el cual, permaneció 3 años (en razón de la prematura muerte de su maestro en 1883).

El escultor fue un hombre humilde pero visionario, que no se conformó con el conocimiento y el oficio adquirido, y supo en su momento crear y aprovechar las esquivas oportunidades de su vida. De regreso a su tierra natal cumplidos los 24 años, en 1884 abrió una academia como escuela de artes y oficios, a la cual la concibió en dos instancias de institución, la primera a nivel primario, cuyo docente fue Camilo Pompeyo Guzmán (Quiteño residente en la población); y la segunda como Centro de Formación y Capacitación en el campo de las artes y oficios, que la llamo “Liceo Artístico”, donde se formaron numerosos discípulos entre propios y ajenos a la parroquia, la cual en el corto plazo, “Direcciono” a una respetable sector de la población y la región, al cultivo de las actividades artísticas.

El hecho cierto e incuestionable fue, de que esta institución, trascendió a escala nacional e internacional con membresía propia, al punto, que el Monseñor Federico Gonzáles Suárez amigo de Daniel, personalmente verifico por algunas ocasiones el progreso de los aprendices del maestro que junto a sus hermanos Luis y Fidel impartieron sus conocimientos a sus discípulos, destacándose entre otros: Carlos Montesdeoca. Daniel Reyes como primogénito siempre se interesó por el futuro de sus hermanos menores; y por esa preocupación, le pago al amigo suyo, el reconocimiento pintor Luis Cadena (Quiteño), para que le enseñe a pintar a su hermano Luis, (el cual quedó huérfano de padres y madres, antes de concluir la instrucción primaria).

Más adelante éste abrió las puertas de su propio taller y lo propio hizo su hermano Fidel. El destacado maestro desarrollo sus múltiples habilidades en el campo de las artes plásticas dentro de un profundo academicismo, el cual se manifiesta en su producción artística, comenzando por el dibujo natural, la escultura y la talla en madera, la carpintería y el modelado, así como también la piedra y el bronce; así mismo, el maestro logro destacarse por el buen manejo tridimensional del color y sus tonos, junto a la policromía  que hizo de sus escultores religiosas verdaderas obras de arte. La academia, en su momento tuvo sus detractores e incluso despertó algunas búsquedas de obtener beneficios personales. El destacado maestro murió en 1939 y sus restos se encuentran el antiguo cementerio de la localidad.

La producción del artista fue amplia; sin embargo, es lamentable que en su pueblo natal no exista la presencia física de su obra, a excepción de las campanas de la iglesia, las cuales fueron fundidas en el Liceo, el 4 de Marzo de 1904, así como también algunas imágenes que se encuentran en la iglesia de la parroquia y otras tantas pertenecientes a un coleccionista probado de la localidad, de las cuales se destacan: un Cristo cuyo rostro, refleja el martirio al cual fue sometido Jesús, antes y durante su crucifixión, y una interesante escultura adquirida no hace mucho por el mismo coleccionista, la cual despierta  en el observador, un sentimiento de profunda admiración por lo complicado de su concepción y elaboración en madera. La escultura en referencia representa a “Magdalena” en actitud de arrodillarse, siendo notorias su abundante cabellera que cuelga de su cabeza, permitiendo a través de ella observar parte del rostro y su mano que los aparta ligeramente de su cuerpo; esta escultura, es parte de un calvario.

Daniel fue un escultor de las artes plásticas cuya habilidad le permitió incursionar en las diferentes expresiones artísticas. Luego de la muerte del multifacético artista, fue notoria del “Liceo Artístico”, situación que condijo a la indispensable creación de una institución, legalizada, y respetada por el estado; para cuyo efecto, el 24 de octubre de 1943 en Asamblea popular, fue aprobada, la creación de una junta Patriótica presidida por: Leonardo Cevallos, y dirigida por el flamante párroco Miguel Ángel Rojas, de cuyos objetivos, el más importante fue la creación del Liceo Artístico “Daniel Reyes”, como la mejor alternativa, para que esta institución, continúe con los brillantes iniciativas del escultor fallecido años atrás, decisión que fue respaldada por la Cámara Edilicia de Ibarra en la presidencia del consejo Municipal de Luis Tarquino Páez.

 Nació, en la parroquia de san Antonio de Ibarra, el 23 de mayo de 1922. Hija del escultor Carlos Efraín Montesdeoca y de Carmen Amelia Sánchez, única sobreviviente, de cinco descendientes del matrimonio.

Concluida su instrucción primaria, fue su deseo, el ingresar al colegio Teodoro Gomes de la Torre; sin embargo. La artista reconoció que aquello no fue posible, en virtud que su padre se encontraba en Colombia por asuntos de trabajo, razón suficiente, para que su madre no apruebe, dicha posibilidad.

 

En cuyo caso, 4 años más tarde ella misma, le sugirió que ingrese al taller del destacado pintor Luis Felipe Reyes, ubicado al frente de su casa, para que tome clases de dibujo y pintura. En efecto, se decidió por esta alternativa (reconoció la maestra), permaneciendo en él 3 años. Mientras tanto su ascendiente regreso de urgencia a San Antonio debido al grave estado de salud de su esposa, la cual falleció al poco tiempo de su retorno.

 

El progenitor consecuente con las inclinaciones de su hija consiguió una beca para ella, en la escuela de bellas artes de la ciudad de Quito; aquello no ocurrió, por la directa intervención del Padre Miguel Rojas, amigo y consejero espiritual de la familia, preocupado de que Carlos Montesdeoca se quedara solo.

 

De todos modos, el sacerdote en la época, ya tenía en cierne la creación de una institución educativa a cargo del estado, que continúe con la enseñanza académica de las artes y oficio impartidos en el “Liceo Artístico”; y para lograrlo, organizo, la junta Patriótica en la parroquia, con la intención, entre otras cosas, de fundar el Liceo Artístico “Daniel Reyes” en reconocimiento a los grandes aportes estéticos del gran maestro, fallecido pocos años antes, (1939), en virtud de lo cual, ella, a la cabeza de la comisión, junto al citado sacerdote, realizaron continuos viajes a la capital, con el objetivo de entrevistarse con el entonces presidente de la república, Carlos Alberto Arroyo del Rio, quien finalmente firmo el decreto de fundación del colegio en 1944.

 

De otra parte, el párroco al ser testigo por mucho tiempo de las intrínsecas cualidades de Enma Montesdeoca en materia plástica, le persuadió a su progenitor que la matricule en la institución recientemente fundada, para efectos, de que complemente su formación académica con el conocimiento general, sumándose, sus 15 compañeros de taller, en coincidencia afortunadamente para el grupo, de que su maestro de pintura (Luis Felipe Reyes), con nombramiento del ministerio de educación, paso a desempeñarse como el primer profesor de dibujo y pintura de la institución; lamentablemente el pintor murió un año después (1945).

 

Seguidamente, relato la maestra, que junto a su padre en 1943 fueron los primeros en la parroquia, en abrir una tienda de artesanías, donde vendía además, su producción pictórica artesanal, que incluía temas costumbristas y paisajes, cuya actividad le permitió a la pintora financiar los gastos de educación de su hija en el colegio Manuela Cañizares en la capital, (confirmo la pintora). Enma Montesdeoca rememoro que su grupo fue el fundador de la institución, junto a los discípulos del escultor Mariano Reyes, en la cual por méritos propios, también fue nombrado profesor de escultura en el mismo colegio, institución que en principio, solo impartía conocimientos de pintura y escultura.

 

La artista a los 24 años de edad, se casó con Homero Yépez León en el año 1946, con el cual procreo una hija; sin embargo, dicha sociedad conyugal tuvo una duración efímera confirmó la pintora; asimismo la pintora; asimismo, recordó que de ese tiempo a esta parte, pinto con su profundo discernimiento artístico muchos óleos, con la finalidad de conservarlos, mismos que en su momento puede apreciar; llegando a la coincidentes del sublime culto a la alta depuración estética.

 

La destacada artística ingresó al colegio Daniel Reyes como decente de forma casual (admitió), en consideración de que el profesor Oswaldo Villalba, su compañero de colegio, viajo por aquella época a México, en calidad de becado; y por ese motivo le pidió a su ex compañero que lo reemplace en la institución, recibiendo un importante reconocimiento por parte de los alumnos, profesores y padres de familia de la época; y por dicha estimación, fue nombrada profesora de planta, desde su inicio hasta su jubilación.

 

Enma Montesdeoca en sus 33 años de docencia, dejo una profunda huella en sus estudiantes, cuya motivación fue su ferre personalidad que se tradujo, en la utilización de una metodología de enseñanza rigurosamente académica, que implico el correcto manejo de los recursos técnicos, tanto en el dibujo natural, como en la pintura de caballete; y por esa razón siempre será recordada con mucha gratitud por todos los que fuimos sus alumnos. En el dibujo, se caracterizó por los trazos vigorosos, llenos de energía, vitalidad, calidad y mucha sensibilidad visibles para citar un ejemplo, en el retrato de su padre.

 

Enma Montesdeoca siempre inculco a sus estudiantes, los primeros básicos del lenguaje plástico en la pintura, como también la exigente limpieza cromática, compatible con la aplicación del color y su variación en tonos de diferentes intensidades de acuerdo a la composición y la luz. María Enma Leonila Montesdeoca Sánchez, se acogió a la junta a la jubilación en 1999, disfrutados en la actualidad, de la sinceridad de los afectos familiares. / Rodrigo Colorado.

Gonzalo quien dejó un legado importante a lo largo de su vida, fue uno de los pocos escultores que es la historia de la escultura religiosa de San Antonio, incursiono en el retrato junto a Alcides Montesdeoca , empresa complicada, toda vez que en el retrato intervine el modelo vivo o por ausencia de este, fotográficas, dibujos y otros recursos gráficos del personaje a retratarse, en donde el observador podrá percibir en magnitud todas las peculiaridades físicas, psicológicas, sociológicas, culturales e intelectuales del sujeto.

Cuyo fin es de analizar la fe religiosa de imágenes de personajes bíblicos o terrenales que vivieron en ejemplar santidad; por consiguiente esta concepción de la escultura cumple una función mística, evitando sutilmente que los feligreses sean distraídos por determinados estímulos visuales de la rigurosa litúrgica. Don Gonzalo también fue discípulo de Daniel Reyes, destacándose recursos técnicos, sino también técnicos, sino también por su extraordinario dominio del dibujo natural.

El brillante maestro en su momento fue profesor del entones Liceo Artístico “Daniel Reyes”, donde compartió los conocimientos con sus alumnos; sin embargo, por la indiscutida calidad de sus escultores fue constantemente requerido por particulares o comunidades religiosas para que trabajen en una multiplicada de temas religiosos, sintiendo muy a su pesar la necesidad de retirarse de la institución para atender responsablemente sus compromisos de trabajo en todo el territorio nacional. En el taller del escultor había tantos discípulos que superaban en números a los alumnos del colegio cuya situación ocasiono resentimientos en terceros, circunstancias que las autoridades del colegio en cuestión, solucionaron al golpear puerta a puerta las cosas de los potenciales alumnos para rogarles a que ingresen a él.

Gonzalo Montesdeoca fue un escultor multifacético que trabajo no solo en la madera sino también con el cemento elaborando imágenes de gran tamaño, y por esa y otras razones su prestigio trascendió las fronteras patrias, encontrándose esculturas suyas en varios países del continente americano tales como Colombia, Perú, Chile, Santo Domingo, Costa Rica y EEUU. En el taller del maestro se formaron más de un centenario de discípulos entre ellos Alfonzo Yépez, José Miguel Fuentes, Juan Reyes, Gustavo López, Luis Rivera, Juan Miguel Vásquez, Olmedo Aguirre, Hugo Ruiz, Hugo Montesdeoca, Marco Cisneros, Solano, Ernesto Gallegos, Wilfrido Arredondo, Aníbal Yacelga; y en las “actividades menores” trabajaron entre otros, Julio Almeida y Antonio Tovar. 

En el taller del maestro Gonzalo Montesdeoca, laboraron de forma ininterrumpida de 18 a 20 ayudantes, y debo destacar además, que el maestro fue un trabajador infatigable, tanto es así, que a él hasta en los días domingos se lo podía observar en su taller evaluando los progresos en sus obras. Don Gonzalo, fue uno de los más, notables escultores de San Antonio, de los últimos tiempos el cual falleció hace pocos días a los 94 años de edad; y, con él la parroquia q perdido parte de su patrimonio cultural. Rodrigo Colorado.

Ezequiel Ribadeneira

Nación en la parroquia de San Antonio de Ibarra el veintiuno de enero de mil ochocientos noventa y nueve, hijo de Antonio Rivadeneira y de Isabel Salas, sus estudios primarios los realizo en la escuela de la localidad; concluida su instrucción básica, se decidió por ingresar al taller de Isaías Carrillo, con el objetivo de adiestrarse en la carpintería. En mil novecientos diez complemento su formación en el “Liceo Artístico” junto a los maestros Daniel y Constantino Reyes, (este último hijo de Daniel), en las artes y oficios, especialmente en el dibujo ornamental y la talla barroca; permaneciendo en dicha institución ocho años, tiempos después abrió su propio taller en su domicilio; contrato al tallador Moisés Venegas y al carpintero Tarquino Reyes como ayudante, quienes permanecieron con él, veinte y cinco años.

El maestro se casó a la edad de treinta y cinco con Carmen Amelia Almeida Placencia, de cuyo matrimonio nacieron seis hijos, de ellos, dos siguieron los pasos de su padre (Jorge y Jaime Rivadeneira). Ezequiel, no se conformó únicamente con la compresión y dominio del barroco quiteño, sino que poco a poco fue creando su estilo el cual más tarde, se convirtió en un referente en toda la parroquia, cuya tendencia la transmitió a sus vente discípulos, entre ellos: Miguel Ángel Rivadeneira, Hugo Zaraus, Miguel Solano, Plutarco Carrera, Emilio Fernández, (Pomasqui), Antonio Merlo, Olmedo Benavides, Ulpiano Negrete, todos ellos destacados talladores.

Ezequiel Rivadeneira es recordado por su precisión técnica tanto en la concentración del diseño, como en su ejecución, así también por su dominio de la rica variedad de estilos dentro de la talla que le sirvieron de fundamento para plantearse la formulación del suyo propio, que consistió en reformular el concepto del barroco como una definitiva ruptura con la línea recta haciendo de ellas más flexible, en abierta oposición a la rígida continuidad, dotándole a la estática de un creativo dinamismo, ondulando las grandes superficies y empleando elementos naturales es una delicada ornamentación, logrando en el diseño unidad en armonía, con un sentido unitario en la composición.

En los altares es notorio su afán de fusionar su enriquecida concepción del barroco con el relieve y la arquitectura, en función del exaltado cálculo entre la distancia del retablo y el ángulo de observación, le permitieron calcular con exactitud el volumen del tallado. El artista, en vida adquirió un prestigio local, regional, nacional e internacional, por sus aportes al estilo, visibles en sus altares que oportunamente fueron comentados en varias secciones en el periódico la Verdad (en aquel entonces único diario de la región).

El maestro en su larga carrera artística, realizo ochenta altares distribuidos en diferentes ciudades del país y América, que le mencionaron muchos reconocimientos, entre ellos el Gobierno del General Guillermo Rodríguez Lara. El artista en la década de los setenta, gano un concurso internacional convocado por la presidencia de la república de Venezuela para la realización de diez retablos, mismos que fueron distribuidos en sus ciudades, entre ellas, Caracas, Valencia, San Felipe…(retablos que los tallo con la ayuda de sus hijos Jorge y Jaime), y cuya inauguración fue presidida por el entonces presidente de la república Luis Herrera Campíns, acontecimiento recogido en su momento por los cronistas del diario El Comercio, así como también por los principales rotativos Venezolanos; según Jorge, dicho suceso genero un impacto social importante, que estímulo al gobierno a calcular política y electoralmente la posibilidad de contratarle al maestro para que realice en dos años (tiempo de finalización de su mandato), cinco altares más, para cuyo efecto envió una delegación a la casa del tallador con dicha propuesta; pero Ezequiel de acuerdo a su hijo, no la acepto por lo perentorio del plazo, y en consideración que para la ejecución de un altar se necesitaba disponer de ocho a diez meses, por esa época el maestro se encontraba muy enfermo; y como consecuencia de dicha enfermedad, Ezequiel Basilio Rivadeneira Salas, falleció el dieciocho de enero de mil novecientos ochenta y tres en su parroquia natal.

Al escultor en su formación, su maestro lo guio hacia un proceso académico directo en lo que a la madera se refiere es decir obviando otros pasos como el dibujo natural; y consecuentemente comenzó su comprensión de la anatomía, iniciándose en la talla de las manos y después de alcanzar el suficiente oficio, continuo con el estudio de los pies, luego el pelo y finalmente el rostro; a más de maestro Antonio Montesdeoca, se formó también con los escultores, Cesar Montesdeoca, (escultor y pintor) discípulo de los hermanos Daniel y Luis Reyes así como también de Miguel Montesdeoca.

Alcides recordó un hecho interesante de aquellos tiempos, que por lo anecdótico vale la pena destacarlo; comento el artista, que el discípulo estaba obligado a demostrarle a satisfacer del maestro, que su etapa de aprendizaje había concluido, precisamente dándole forma a través del desbaste a un San Vicente; y solo entonces “pasaba la prueba final”, siendo aceptado por este como apto para desenvolverse en el amplio mundo de la escultura religiosa; y para Alcides, esta regla no fue la excepción; admitiendo que gracias a los progresos logrados de las exigentes y diarias tareas, comenzó a sentir un gusto especial hacia esta forma de expresión artística. El escultor recordó, que sus primeras imágenes las realizo para la ciudad del puyo, luego de algunos años de trabajo constante consolidándose en él un merecido prestigio a nivel nacional, contratado por la mayoría de comunidades eclesiásticas del país para que esculpa imágenes religiosas de variadas temáticas; y por la evidente calidad visible en sus esculturas su prestigio alcanzo dimensiones internacionales, requerido por encargo desde España, Chile, Colombia y otros países. Mención especial merece el trascendente hecho histórico en la vida del valioso escultor Sanantonence referente a la ciudad Colombiana de Popayán, en función de su alta depuración técnica evidente en sus esculturas, fue acordado para que realice algunas composiciones de carácter religioso, participando un conjunto policromado del artista, de forma permanente en la Famosa procesión de Semana Santa en la misma ciudad, siendo una de las más importantes, “el encuentro de Jesús con las mujeres de la calle de la amargura” (conjunto escultórico de tamaño natural que se encuentra en Popayán).

Por esta brillante trayectoria el nombre del artista está registrado en el archivo histórico de la ciudad Colombiana antes mencionada; y en nuestro país, fue galardonado con múltiples reconocimientos, entre ellos el premio Pedro Moncayo otorgado por el Ilustre Municipio de Ibarra. Alcides Montesdeoca; hoy por hoy es parte importante del patrimonio artístico de San Antonio, y está convencido de que a los jóvenes cultores de las diferentes disciplinas artísticas; hay que facilitarles las suficientes oportunidades para que sean los futuros artífices del destino cultural de los pueblos.

En aquella época, para ingresar al colegio, todos los interesados debían por obligación cursar el “año preparatorio” cuya duración aproximada fue de tres a cuatro meses. Gerardo con el suficiente oficio adquirido antes de ingresar al Liceo, plasmo en las prácticas sus conocimientos en un boceto inspirado en el libro del Apocalipsis, titulado “Las 7 trompetas del juicio final”. El destacado alumon se retiró al terminar el quinto curso, por motivos ajenos a su voluntad.

En 1952, el pintor junto con su amigo y compañero Carlos Ibujés decidieron viajar a Guayaquil a probar suerte; allí pintó un cuadro de Cristo Rey, el cual fue un enlace para ser contratado por el padre Cecilio, superior de la Iglesia Virgen del Carmen para que decore su interior con temas religiosos, entre ellos el cuadro titulado “Tres Coros de los Santos Carmelitas” así como también el Baptisterio con 7 cuadros del tamaño de 160 x 120 más otras siete de las mismas dimensiones relacionados a la Liturgia del Bautismo; también pinto un mural de ocho metros de largo en el hospital de la Maternidad Sotomayor y Luna, en un tiempo record de 15 días; y sus últimas obras en dicha ciudad fueron pintadas en 1958 en la Iglesia de San Vicente.

Gerardo López, además de buen pintor, fue un destacado músico, fue miembro fundador del conjunto “Rondador” quienes interpretaron canciones en vivo en la radio Continente, dirigido por Augusto y Manuel Báez, en donde por el interés despertado en la audiencia consiguieron un espacio en Teleamazonas en 1969, más tarde se integraron al Grupo Niucanchi Llacta, el cual represento al país en certámenes internacionales. El artista en su vida obtuvo múltiples reconocimientos como pintor y músico. Rodrigo Colorado.

Siempre admire en el su prolífica creatividad que le impulsó a plantearse una variedad de recursos técnicos sobresaliendo las texturas tanto visuales como táctiles percibiéndose en ellas dibujos vigorosos y muy espontáneos. El maestro en 1967 integro el grupo Van junto a siete pintores de su misma generación.

Almeida maneja con mucha probidad algunos materiales disimiles entre sí,  como pasteles, arroz, clavos, polvo filtrado, piolas, adhesivos de ebanistería, óleos y acrílicos, él se nutrió y utilizo  a voluntad sin ninguna dificultad, los puntales técnicos que el informalismo experimento.

Gilberto Almeida logra en el color interpretar todo un oficio a un mundo subjetivo lleno de poesía desmitificada, posibilitando que el entorno iridiscente de su mente nos pueda transmitir a través de su pintura, su energía, su vitalidad y de forma extraordinaria su brillante talento y singular franqueza que lo han catapultado como uno de sus patrimonios vivientes más significativos del desarrollo cultural, intelectual y artístico del país, un icono de las actuales y futuras generaciones, no en vano fue galardonado en sus cincuenta años de actividad ininterrumpidas con múltiples premios y condecoraciones al más alto nivel que por sí solo hablan de toda una trayectoria escrita en las páginas de la Historia del Arte contemporánea ecuatoriano.  

El mismo, ocasionó cuantiosos daños materiales y víctimas mortales, que fueron sepultados en fosas comunes, en el mismo sitio donde décadas atrás, fueron enterrados los caídos en combate en la batalla de San Antonio de 1812. Lugar comúnmente conocidos hasta hace poco como: el cementerio; sitio, ubicado al sur y a pocos pasos del templo. Las autoridades Cívicas y Religiosas de la época con el apoyo directo del presidente Gabriel García Moreno emprendieron en la enorme tarea de reconstrucción de las áreas destruidas por el siniestro; lo propio, hicieron los representantes de San Antonio que a dicha reconstrucción. Incluyeron las imágenes religiosas del templo seriamente afectadas por el desastre; y para el cumplimiento de dicho objetivo, se trasladaron a la ciudad de Quito, a contratar a los más destacados escultores para que las restaure.

Aquello genero todo un acontecimiento en la población, en virtud de que logro despertar la curiosidad de sus habitantes, para observar una actividad totalmente desconocida en la época; y por supuesto, no podía faltar la presencia del inquieto niño Daniel Reyes, el cual, en su proceso de formación temprana siendo aún niño, se estimuló al observar como restauraban las esculturas, cuya experiencia en el muchacho, se convirtió en una verdadera vocación, que lamentablemente los ociosos, sin embargo su madre al contrario, se sintió atraída por las inclinaciones de su hijo, trasladándose con él, a Quito para que amplié su visión de la artes, a través de la observación de la magnífica de la escala quiteña, situación que le permitió conocerle, al último exponente de esta escuela , José Domingo Carrillo, el cual finalmente, le acepto como discípulo; taller en el cual, permaneció 3 años (en razón de la prematura muerte de su maestro en 1883).

El escultor fue un hombre humilde pero visionario, que no se conformó con el conocimiento y el oficio adquirido, y supo en su momento crear y aprovechar las esquivas oportunidades de su vida. De regreso a su tierra natal cumplidos los 24 años, en 1884 abrió una academia como escuela de artes y oficios, a la cual la concibió en dos instancias de institución, la primera a nivel primario, cuyo docente fue Camilo Pompeyo Guzmán (Quiteño residente en la población); y la segunda como Centro de Formación y Capacitación en el campo de las artes y oficios, que la llamo “Liceo Artístico”, donde se formaron numerosos discípulos entre propios y ajenos a la parroquia, la cual en el corto plazo, “Direcciono” a una respetable sector de la población y la región, al cultivo de las actividades artísticas.

El hecho cierto e incuestionable fue, de que esta institución, trascendió a escala nacional e internacional con membresía propia, al punto, que el Monseñor Federico Gonzáles Suárez amigo de Daniel, personalmente verifico por algunas ocasiones el progreso de los aprendices del maestro que junto a sus hermanos Luis y Fidel impartieron sus conocimientos a sus discípulos, destacándose entre otros: Carlos Montesdeoca. Daniel Reyes como primogénito siempre se interesó por el futuro de sus hermanos menores; y por esa preocupación, le pago al amigo suyo, el reconocimiento pintor Luis Cadena (Quiteño), para que le enseñe a pintar a su hermano Luis, (el cual quedó huérfano de padres y madres, antes de concluir la instrucción primaria).

Más adelante éste abrió las puertas de su propio taller y lo propio hizo su hermano Fidel. El destacado maestro desarrollo sus múltiples habilidades en el campo de las artes plásticas dentro de un profundo academicismo, el cual se manifiesta en su producción artística, comenzando por el dibujo natural, la escultura y la talla en madera, la carpintería y el modelado, así como también la piedra y el bronce; así mismo, el maestro logro destacarse por el buen manejo tridimensional del color y sus tonos, junto a la policromía  que hizo de sus escultores religiosas verdaderas obras de arte. La academia, en su momento tuvo sus detractores e incluso despertó algunas búsquedas de obtener beneficios personales. El destacado maestro murió en 1939 y sus restos se encuentran el antiguo cementerio de la localidad.

La producción del artista fue amplia; sin embargo, es lamentable que en su pueblo natal no exista la presencia física de su obra, a excepción de las campanas de la iglesia, las cuales fueron fundidas en el Liceo, el 4 de Marzo de 1904, así como también algunas imágenes que se encuentran en la iglesia de la parroquia y otras tantas pertenecientes a un coleccionista probado de la localidad, de las cuales se destacan: un Cristo cuyo rostro, refleja el martirio al cual fue sometido Jesús, antes y durante su crucifixión, y una interesante escultura adquirida no hace mucho por el mismo coleccionista, la cual despierta  en el observador, un sentimiento de profunda admiración por lo complicado de su concepción y elaboración en madera. La escultura en referencia representa a “Magdalena” en actitud de arrodillarse, siendo notorias su abundante cabellera que cuelga de su cabeza, permitiendo a través de ella observar parte del rostro y su mano que los aparta ligeramente de su cuerpo; esta escultura, es parte de un calvario.

Daniel fue un escultor de las artes plásticas cuya habilidad le permitió incursionar en las diferentes expresiones artísticas. Luego de la muerte del multifacético artista, fue notoria del “Liceo Artístico”, situación que condijo a la indispensable creación de una institución, legalizada, y respetada por el estado; para cuyo efecto, el 24 de octubre de 1943 en Asamblea popular, fue aprobada, la creación de una junta Patriótica presidida por: Leonardo Cevallos, y dirigida por el flamante párroco Miguel Ángel Rojas, de cuyos objetivos, el más importante fue la creación del Liceo Artístico “Daniel Reyes”, como la mejor alternativa, para que esta institución, continúe con los brillantes iniciativas del escultor fallecido años atrás, decisión que fue respaldada por la Cámara Edilicia de Ibarra en la presidencia del consejo Municipal de Luis Tarquino Páez.

Nació el 22 de mayo de 1925 discípulo del pintor Luis Felipe Reyes y junto a sus compañeros Vicente Herrera, Rafael Terán, Carlos Ibujés, Emma Montesdeoca, Moisés Rivadeneira, Alonso Garrido, Boanerges Reyes, Gilberto Almeida y César Villegas inauguraron el primer año lectivo del Liceo Artístico “Daniel Reyes” fundado el 14 de mayo de 1944, el colegio abrió sus puertas en lo que fue la Casa del Pueblo donde laboraban la Técnica Política, La cárcel y los servicios de telegrafía. Casa situada en el mismo sitio donde posteriormente fue construido el edificio de la institución y actualmente funciona el colegio “Víctor Mideros”.

 

En aquella época, para ingresar al colegio, todos los interesados debían por obligación cursar el “año preparatorio” cuya duración aproximada fue de tres a cuatro meses. Gerardo con el suficiente oficio adquirido antes de ingresar al Liceo, plasmo en las prácticas sus conocimientos en un boceto inspirado en el libro del Apocalipsis, titulado “Las 7 trompetas del juicio final”. El destacado alumon se retiró al terminar el quinto curso, por motivos ajenos a su voluntad.

 

En 1952, el pintor junto con su amigo y compañero Carlos Ibujés decidieron viajar a Guayaquil a probar suerte; allí pintó un cuadro de Cristo Rey, el cual fue un enlace para ser contratado por el padre Cecilio, superior de la Iglesia Virgen del Carmen para que decore su interior con temas religiosos, entre ellos el cuadro titulado “Tres Coros de los Santos Carmelitas” así como también el Baptisterio con 7 cuadros del tamaño de 160 x 120 más otras siete de las mismas dimensiones relacionados a la Liturgia del Bautismo; también pinto un mural de ocho metros de largo en el hospital de la Maternidad Sotomayor y Luna, en un tiempo record de 15 días; y sus últimas obras en dicha ciudad fueron pintadas en 1958 en la Iglesia de San Vicente.

 

Gerardo López, además de buen pintor, fue un destacado músico, fue miembro fundador del conjunto “Rondador” quienes interpretaron canciones en vivo en la radio Continente, dirigido por Augusto y Manuel Báez, en donde por el interés despertado en la audiencia consiguieron un espacio en Teleamazonas en 1969, más tarde se integraron al Grupo Niucanchi Llacta, el cual represento al país en certámenes internacionales. El artista en su vida obtuvo múltiples reconocimientos como pintor y músico. Rodrigo Colorado.

Siempre admire en el su prolífica creatividad que le impulsó a plantearse una variedad de recursos técnicos sobresaliendo las texturas tanto visuales como táctiles percibiéndose en ellas dibujos vigorosos y muy espontáneos. El maestro en 1967 integro el grupo Van junto a siete pintores de su misma generación.

Almeida maneja con mucha probidad algunos materiales disimiles entre sí,  como pasteles, arroz, clavos, polvo filtrado, piolas, adhesivos de ebanistería, óleos y acrílicos, él se nutrió y utilizo  a voluntad sin ninguna dificultad, los puntales técnicos que el informalismo experimento.

Gilberto Almeida logra en el color interpretar todo un oficio a un mundo subjetivo lleno de poesía desmitificada, posibilitando que el entorno iridiscente de su mente nos pueda transmitir a través de su pintura, su energía, su vitalidad y de forma extraordinaria su brillante talento y singular franqueza que lo han catapultado como uno de sus patrimonios vivientes más significativos del desarrollo cultural, intelectual y artístico del país, un icono de las actuales y futuras generaciones, no en vano fue galardonado en sus cincuenta años de actividad ininterrumpidas con múltiples premios y condecoraciones al más alto nivel que por sí solo hablan de toda una trayectoria escrita en las páginas de la Historia del Arte contemporánea ecuatoriano.  

El mismo, ocasionó cuantiosos daños materiales y víctimas mortales, que fueron sepultados en fosas comunes, en el mismo sitio donde décadas atrás, fueron enterrados los caídos en combate en la batalla de San Antonio de 1812. Lugar comúnmente conocidos hasta hace poco como: el cementerio; sitio, ubicado al sur y a pocos pasos del templo. Las autoridades Cívicas y Religiosas de la época con el apoyo directo del presidente Gabriel García Moreno emprendieron en la enorme tarea de reconstrucción de las áreas destruidas por el siniestro; lo propio, hicieron los representantes de San Antonio que a dicha reconstrucción. Incluyeron las imágenes religiosas del templo seriamente afectadas por el desastre; y para el cumplimiento de dicho objetivo, se trasladaron a la ciudad de Quito, a contratar a los más destacados escultores para que las restaure.

Aquello genero todo un acontecimiento en la población, en virtud de que logro despertar la curiosidad de sus habitantes, para observar una actividad totalmente desconocida en la época; y por supuesto, no podía faltar la presencia del inquieto niño Daniel Reyes, el cual, en su proceso de formación temprana siendo aún niño, se estimuló al observar como restauraban las esculturas, cuya experiencia en el muchacho, se convirtió en una verdadera vocación, que lamentablemente los ociosos, sin embargo su madre al contrario, se sintió atraída por las inclinaciones de su hijo, trasladándose con él, a Quito para que amplié su visión de la artes, a través de la observación de la magnífica de la escala quiteña, situación que le permitió conocerle, al último exponente de esta escuela , José Domingo Carrillo, el cual finalmente, le acepto como discípulo; taller en el cual, permaneció 3 años (en razón de la prematura muerte de su maestro en 1883).

El escultor fue un hombre humilde pero visionario, que no se conformó con el conocimiento y el oficio adquirido, y supo en su momento crear y aprovechar las esquivas oportunidades de su vida. De regreso a su tierra natal cumplidos los 24 años, en 1884 abrió una academia como escuela de artes y oficios, a la cual la concibió en dos instancias de institución, la primera a nivel primario, cuyo docente fue Camilo Pompeyo Guzmán (Quiteño residente en la población); y la segunda como Centro de Formación y Capacitación en el campo de las artes y oficios, que la llamo “Liceo Artístico”, donde se formaron numerosos discípulos entre propios y ajenos a la parroquia, la cual en el corto plazo, “Direcciono” a una respetable sector de la población y la región, al cultivo de las actividades artísticas.

El hecho cierto e incuestionable fue, de que esta institución, trascendió a escala nacional e internacional con membresía propia, al punto, que el Monseñor Federico Gonzáles Suárez amigo de Daniel, personalmente verifico por algunas ocasiones el progreso de los aprendices del maestro que junto a sus hermanos Luis y Fidel impartieron sus conocimientos a sus discípulos, destacándose entre otros: Carlos Montesdeoca. Daniel Reyes como primogénito siempre se interesó por el futuro de sus hermanos menores; y por esa preocupación, le pago al amigo suyo, el reconocimiento pintor Luis Cadena (Quiteño), para que le enseñe a pintar a su hermano Luis, (el cual quedó huérfano de padres y madres, antes de concluir la instrucción primaria).

Más adelante éste abrió las puertas de su propio taller y lo propio hizo su hermano Fidel. El destacado maestro desarrollo sus múltiples habilidades en el campo de las artes plásticas dentro de un profundo academicismo, el cual se manifiesta en su producción artística, comenzando por el dibujo natural, la escultura y la talla en madera, la carpintería y el modelado, así como también la piedra y el bronce; así mismo, el maestro logro destacarse por el buen manejo tridimensional del color y sus tonos, junto a la policromía  que hizo de sus escultores religiosas verdaderas obras de arte. La academia, en su momento tuvo sus detractores e incluso despertó algunas búsquedas de obtener beneficios personales. El destacado maestro murió en 1939 y sus restos se encuentran el antiguo cementerio de la localidad.

La producción del artista fue amplia; sin embargo, es lamentable que en su pueblo natal no exista la presencia física de su obra, a excepción de las campanas de la iglesia, las cuales fueron fundidas en el Liceo, el 4 de Marzo de 1904, así como también algunas imágenes que se encuentran en la iglesia de la parroquia y otras tantas pertenecientes a un coleccionista probado de la localidad, de las cuales se destacan: un Cristo cuyo rostro, refleja el martirio al cual fue sometido Jesús, antes y durante su crucifixión, y una interesante escultura adquirida no hace mucho por el mismo coleccionista, la cual despierta  en el observador, un sentimiento de profunda admiración por lo complicado de su concepción y elaboración en madera. La escultura en referencia representa a “Magdalena” en actitud de arrodillarse, siendo notorias su abundante cabellera que cuelga de su cabeza, permitiendo a través de ella observar parte del rostro y su mano que los aparta ligeramente de su cuerpo; esta escultura, es parte de un calvario.

Daniel fue un escultor de las artes plásticas cuya habilidad le permitió incursionar en las diferentes expresiones artísticas. Luego de la muerte del multifacético artista, fue notoria del “Liceo Artístico”, situación que condijo a la indispensable creación de una institución, legalizada, y respetada por el estado; para cuyo efecto, el 24 de octubre de 1943 en Asamblea popular, fue aprobada, la creación de una junta Patriótica presidida por: Leonardo Cevallos, y dirigida por el flamante párroco Miguel Ángel Rojas, de cuyos objetivos, el más importante fue la creación del Liceo Artístico “Daniel Reyes”, como la mejor alternativa, para que esta institución, continúe con los brillantes iniciativas del escultor fallecido años atrás, decisión que fue respaldada por la Cámara Edilicia de Ibarra en la presidencia del consejo Municipal de Luis Tarquino Páez.

El último de una familia cuya pléyade brillo con luz propia en el firmamento de la escultura religiosa en San Antonio, nació el 19 de mayo de 1930, hijo de Manuel Montesdeoca (canterón de profesión) y de Georgina Montesdeoca. Alcides, hombre de aguda observación, quien a sus sesenta y ocho años todavía trabajaba en su taller con la ayuda de sus discípulos: Juan Padilla y Cruz Santacruz, (en consideración a que anteriormente a ellos se formaron otros escultores de la calidad de Jorge Yépez, José Miguel Fuente, Alonzo Remache, Cruz Carrillo, y los hermanos Collahuazo.)

 

El escultor comento con mucha sinceridad, que no nació con la vocación suficiente para adelantarse en el lenguaje de la escultura religiosa, sin embargo, afirmo que su abuelo Antonio Montesdeoca, discípulo de Daniel Reyes y padre de Gonzalo, Miguel y Cesar Montesdeoca, el cual ejerció una influencia directa cuando niño, lo exhortó a que “trabaje”; y por esa razón, se sintió obligado a incursionar en la imaginería cuando le faltaban algunos años para cumplir los diez.

 

Al escultor en su formación, su maestro lo guio hacia un proceso académico directo en lo que a la madera se refiere es decir obviando otros pasos como el dibujo natural; y consecuentemente comenzó su comprensión de la anatomía, iniciándose en la talla de las manos y después de alcanzar el suficiente oficio, continuo con el estudio de los pies, luego el pelo y finalmente el rostro; a más de maestro Antonio Montesdeoca, se formó también con los escultores, Cesar Montesdeoca, (escultor y pintor) discípulo de los hermanos Daniel y Luis Reyes así como también de Miguel Montesdeoca.

 

Alcides recordó un hecho interesante de aquellos tiempos, que por lo anecdótico vale la pena destacarlo; comento el artista, que el discípulo estaba obligado a demostrarle a satisfacer del maestro, que su etapa de aprendizaje había concluido, precisamente dándole forma a través del desbaste a un San Vicente; y solo entonces “pasaba la prueba final”, siendo aceptado por este como apto para desenvolverse en el amplio mundo de la escultura religiosa; y para Alcides, esta regla no fue la excepción; admitiendo que gracias a los progresos logrados de las exigentes y diarias tareas, comenzó a sentir un gusto especial hacia esta forma de expresión artística. El escultor recordó, que sus primeras imágenes las realizo para la ciudad del puyo, luego de algunos años de trabajo constante consolidándose en él un merecido prestigio a nivel nacional, contratado por la mayoría de comunidades eclesiásticas del país para que esculpa imágenes religiosas de variadas temáticas; y por la evidente calidad visible en sus esculturas su prestigio alcanzo dimensiones internacionales, requerido por encargo desde España, Chile, Colombia y otros países. Mención especial merece el trascendente hecho histórico en la vida del valioso escultor Sanantonence referente a la ciudad Colombiana de Popayán, en función de su alta depuración técnica evidente en sus esculturas, fue acordado para que realice algunas composiciones de carácter religioso, participando un conjunto policromado del artista, de forma permanente en la Famosa procesión de Semana Santa en la misma ciudad, siendo una de las más importantes, “el encuentro de Jesús con las mujeres de la calle de la amargura” (conjunto escultórico de tamaño natural que se encuentra en Popayán).

Por esta brillante trayectoria el nombre del artista está registrado en el archivo histórico de la ciudad Colombiana antes mencionada; y en nuestro país, fue galardonado con múltiples reconocimientos, entre ellos el premio Pedro Moncayo otorgado por el Ilustre Municipio de Ibarra. Alcides Montesdeoca; hoy por hoy es parte importante del patrimonio artístico de San Antonio, y está convencido de que a los jóvenes cultores de las diferentes disciplinas artísticas; hay que facilitarles las suficientes oportunidades para que sean los futuros artífices del destino cultural de los pueblos.

En aquella época, para ingresar al colegio, todos los interesados debían por obligación cursar el “año preparatorio” cuya duración aproximada fue de tres a cuatro meses. Gerardo con el suficiente oficio adquirido antes de ingresar al Liceo, plasmo en las prácticas sus conocimientos en un boceto inspirado en el libro del Apocalipsis, titulado “Las 7 trompetas del juicio final”. El destacado alumon se retiró al terminar el quinto curso, por motivos ajenos a su voluntad.

En 1952, el pintor junto con su amigo y compañero Carlos Ibujés decidieron viajar a Guayaquil a probar suerte; allí pintó un cuadro de Cristo Rey, el cual fue un enlace para ser contratado por el padre Cecilio, superior de la Iglesia Virgen del Carmen para que decore su interior con temas religiosos, entre ellos el cuadro titulado “Tres Coros de los Santos Carmelitas” así como también el Baptisterio con 7 cuadros del tamaño de 160 x 120 más otras siete de las mismas dimensiones relacionados a la Liturgia del Bautismo; también pinto un mural de ocho metros de largo en el hospital de la Maternidad Sotomayor y Luna, en un tiempo record de 15 días; y sus últimas obras en dicha ciudad fueron pintadas en 1958 en la Iglesia de San Vicente.

Gerardo López, además de buen pintor, fue un destacado músico, fue miembro fundador del conjunto “Rondador” quienes interpretaron canciones en vivo en la radio Continente, dirigido por Augusto y Manuel Báez, en donde por el interés despertado en la audiencia consiguieron un espacio en Teleamazonas en 1969, más tarde se integraron al Grupo Niucanchi Llacta, el cual represento al país en certámenes internacionales. El artista en su vida obtuvo múltiples reconocimientos como pintor y músico. Rodrigo Colorado.

Siempre admire en el su prolífica creatividad que le impulsó a plantearse una variedad de recursos técnicos sobresaliendo las texturas tanto visuales como táctiles percibiéndose en ellas dibujos vigorosos y muy espontáneos. El maestro en 1967 integro el grupo Van junto a siete pintores de su misma generación.

Almeida maneja con mucha probidad algunos materiales disimiles entre sí,  como pasteles, arroz, clavos, polvo filtrado, piolas, adhesivos de ebanistería, óleos y acrílicos, él se nutrió y utilizo  a voluntad sin ninguna dificultad, los puntales técnicos que el informalismo experimento.

Gilberto Almeida logra en el color interpretar todo un oficio a un mundo subjetivo lleno de poesía desmitificada, posibilitando que el entorno iridiscente de su mente nos pueda transmitir a través de su pintura, su energía, su vitalidad y de forma extraordinaria su brillante talento y singular franqueza que lo han catapultado como uno de sus patrimonios vivientes más significativos del desarrollo cultural, intelectual y artístico del país, un icono de las actuales y futuras generaciones, no en vano fue galardonado en sus cincuenta años de actividad ininterrumpidas con múltiples premios y condecoraciones al más alto nivel que por sí solo hablan de toda una trayectoria escrita en las páginas de la Historia del Arte contemporánea ecuatoriano.  

El mismo, ocasionó cuantiosos daños materiales y víctimas mortales, que fueron sepultados en fosas comunes, en el mismo sitio donde décadas atrás, fueron enterrados los caídos en combate en la batalla de San Antonio de 1812. Lugar comúnmente conocidos hasta hace poco como: el cementerio; sitio, ubicado al sur y a pocos pasos del templo. Las autoridades Cívicas y Religiosas de la época con el apoyo directo del presidente Gabriel García Moreno emprendieron en la enorme tarea de reconstrucción de las áreas destruidas por el siniestro; lo propio, hicieron los representantes de San Antonio que a dicha reconstrucción. Incluyeron las imágenes religiosas del templo seriamente afectadas por el desastre; y para el cumplimiento de dicho objetivo, se trasladaron a la ciudad de Quito, a contratar a los más destacados escultores para que las restaure.

Aquello genero todo un acontecimiento en la población, en virtud de que logro despertar la curiosidad de sus habitantes, para observar una actividad totalmente desconocida en la época; y por supuesto, no podía faltar la presencia del inquieto niño Daniel Reyes, el cual, en su proceso de formación temprana siendo aún niño, se estimuló al observar como restauraban las esculturas, cuya experiencia en el muchacho, se convirtió en una verdadera vocación, que lamentablemente los ociosos, sin embargo su madre al contrario, se sintió atraída por las inclinaciones de su hijo, trasladándose con él, a Quito para que amplié su visión de la artes, a través de la observación de la magnífica de la escala quiteña, situación que le permitió conocerle, al último exponente de esta escuela , José Domingo Carrillo, el cual finalmente, le acepto como discípulo; taller en el cual, permaneció 3 años (en razón de la prematura muerte de su maestro en 1883).

El escultor fue un hombre humilde pero visionario, que no se conformó con el conocimiento y el oficio adquirido, y supo en su momento crear y aprovechar las esquivas oportunidades de su vida. De regreso a su tierra natal cumplidos los 24 años, en 1884 abrió una academia como escuela de artes y oficios, a la cual la concibió en dos instancias de institución, la primera a nivel primario, cuyo docente fue Camilo Pompeyo Guzmán (Quiteño residente en la población); y la segunda como Centro de Formación y Capacitación en el campo de las artes y oficios, que la llamo “Liceo Artístico”, donde se formaron numerosos discípulos entre propios y ajenos a la parroquia, la cual en el corto plazo, “Direcciono” a una respetable sector de la población y la región, al cultivo de las actividades artísticas.

El hecho cierto e incuestionable fue, de que esta institución, trascendió a escala nacional e internacional con membresía propia, al punto, que el Monseñor Federico Gonzáles Suárez amigo de Daniel, personalmente verifico por algunas ocasiones el progreso de los aprendices del maestro que junto a sus hermanos Luis y Fidel impartieron sus conocimientos a sus discípulos, destacándose entre otros: Carlos Montesdeoca. Daniel Reyes como primogénito siempre se interesó por el futuro de sus hermanos menores; y por esa preocupación, le pago al amigo suyo, el reconocimiento pintor Luis Cadena (Quiteño), para que le enseñe a pintar a su hermano Luis, (el cual quedó huérfano de padres y madres, antes de concluir la instrucción primaria).

Más adelante éste abrió las puertas de su propio taller y lo propio hizo su hermano Fidel. El destacado maestro desarrollo sus múltiples habilidades en el campo de las artes plásticas dentro de un profundo academicismo, el cual se manifiesta en su producción artística, comenzando por el dibujo natural, la escultura y la talla en madera, la carpintería y el modelado, así como también la piedra y el bronce; así mismo, el maestro logro destacarse por el buen manejo tridimensional del color y sus tonos, junto a la policromía  que hizo de sus escultores religiosas verdaderas obras de arte. La academia, en su momento tuvo sus detractores e incluso despertó algunas búsquedas de obtener beneficios personales. El destacado maestro murió en 1939 y sus restos se encuentran el antiguo cementerio de la localidad.

La producción del artista fue amplia; sin embargo, es lamentable que en su pueblo natal no exista la presencia física de su obra, a excepción de las campanas de la iglesia, las cuales fueron fundidas en el Liceo, el 4 de Marzo de 1904, así como también algunas imágenes que se encuentran en la iglesia de la parroquia y otras tantas pertenecientes a un coleccionista probado de la localidad, de las cuales se destacan: un Cristo cuyo rostro, refleja el martirio al cual fue sometido Jesús, antes y durante su crucifixión, y una interesante escultura adquirida no hace mucho por el mismo coleccionista, la cual despierta  en el observador, un sentimiento de profunda admiración por lo complicado de su concepción y elaboración en madera. La escultura en referencia representa a “Magdalena” en actitud de arrodillarse, siendo notorias su abundante cabellera que cuelga de su cabeza, permitiendo a través de ella observar parte del rostro y su mano que los aparta ligeramente de su cuerpo; esta escultura, es parte de un calvario.

Daniel fue un escultor de las artes plásticas cuya habilidad le permitió incursionar en las diferentes expresiones artísticas. Luego de la muerte del multifacético artista, fue notoria del “Liceo Artístico”, situación que condijo a la indispensable creación de una institución, legalizada, y respetada por el estado; para cuyo efecto, el 24 de octubre de 1943 en Asamblea popular, fue aprobada, la creación de una junta Patriótica presidida por: Leonardo Cevallos, y dirigida por el flamante párroco Miguel Ángel Rojas, de cuyos objetivos, el más importante fue la creación del Liceo Artístico “Daniel Reyes”, como la mejor alternativa, para que esta institución, continúe con los brillantes iniciativas del escultor fallecido años atrás, decisión que fue respaldada por la Cámara Edilicia de Ibarra en la presidencia del consejo Municipal de Luis Tarquino Páez.

 

El maestro de la imagen (1913-2007) hijo de Antonio Montesdeoca un destacado discípulo de Daniel Reyes, se distinguió tanto por la excelencia alcanzada en las esculturas como por su extraordinaria calidad humana reflejada en sus actitudes diarias, sencillo y honrada, un inagotable trabajo.

Gonzalo quien dejó un legado importante a lo largo de su vida, fue uno de los pocos escultores que es la historia de la escultura religiosa de San Antonio, incursiono en el retrato junto a Alcides Montesdeoca , empresa complicada, toda vez que en el retrato intervine el modelo vivo o por ausencia de este, fotográficas, dibujos y otros recursos gráficos del personaje a retratarse, en donde el observador podrá percibir en magnitud todas las peculiaridades físicas, psicológicas, sociológicas, culturales e intelectuales del sujeto.

 

Cuyo fin es de analizar la fe religiosa de imágenes de personajes bíblicos o terrenales que vivieron en ejemplar santidad; por consiguiente esta concepción de la escultura cumple una función mística, evitando sutilmente que los feligreses sean distraídos por determinados estímulos visuales de la rigurosa litúrgica. Don Gonzalo también fue discípulo de Daniel Reyes, destacándose recursos técnicos, sino también técnicos, sino también por su extraordinario dominio del dibujo natural.

 

El brillante maestro en su momento fue profesor del entones Liceo Artístico “Daniel Reyes”, donde compartió los conocimientos con sus alumnos; sin embargo, por la indiscutida calidad de sus escultores fue constantemente requerido por particulares o comunidades religiosas para que trabajen en una multiplicada de temas religiosos, sintiendo muy a su pesar la necesidad de retirarse de la institución para atender responsablemente sus compromisos de trabajo en todo el territorio nacional. En el taller del escultor había tantos discípulos que superaban en números a los alumnos del colegio cuya situación ocasiono resentimientos en terceros, circunstancias que las autoridades del colegio en cuestión, solucionaron al golpear puerta a puerta las cosas de los potenciales alumnos para rogarles a que ingresen a él.

 

Gonzalo Montesdeoca fue un escultor multifacético que trabajo no solo en la madera sino también con el cemento elaborando imágenes de gran tamaño, y por esa y otras razones su prestigio trascendió las fronteras patrias, encontrándose esculturas suyas en varios países del continente americano tales como Colombia, Perú, Chile, Santo Domingo, Costa Rica y EEUU. En el taller del maestro se formaron más de un centenario de discípulos entre ellos Alfonzo Yépez, José Miguel Fuentes, Juan Reyes, Gustavo López, Luis Rivera, Juan Miguel Vásquez, Olmedo Aguirre, Hugo Ruiz, Hugo Montesdeoca, Marco Cisneros, Solano, Ernesto Gallegos, Wilfrido Arredondo, Aníbal Yacelga; y en las “actividades menores” trabajaron entre otros, Julio Almeida y Antonio Tovar. 

 

En el taller del maestro Gonzalo Montesdeoca, laboraron de forma ininterrumpida de 18 a 20 ayudantes, y debo destacar además, que el maestro fue un trabajador infatigable, tanto es así, que a él hasta en los días domingos se lo podía observar en su taller evaluando los progresos en sus obras. Don Gonzalo, fue uno de los más, notables escultores de San Antonio, de los últimos tiempos el cual falleció hace pocos días a los 94 años de edad; y, con él la parroquia q perdido parte de su patrimonio cultural. Rodrigo Colorado.

Ezequiel Ribadeneira

 

Nación en la parroquia de San Antonio de Ibarra el veintiuno de enero de mil ochocientos noventa y nueve, hijo de Antonio Rivadeneira y de Isabel Salas, sus estudios primarios los realizo en la escuela de la localidad; concluida su instrucción básica, se decidió por ingresar al taller de Isaías Carrillo, con el objetivo de adiestrarse en la carpintería. En mil novecientos diez complemento su formación en el “Liceo Artístico” junto a los maestros Daniel y Constantino Reyes, (este último hijo de Daniel), en las artes y oficios, especialmente en el dibujo ornamental y la talla barroca; permaneciendo en dicha institución ocho años, tiempos después abrió su propio taller en su domicilio; contrato al tallador Moisés Venegas y al carpintero Tarquino Reyes como ayudante, quienes permanecieron con él, veinte y cinco años.

 

El maestro se casó a la edad de treinta y cinco con Carmen Amelia Almeida Placencia, de cuyo matrimonio nacieron seis hijos, de ellos, dos siguieron los pasos de su padre (Jorge y Jaime Rivadeneira). Ezequiel, no se conformó únicamente con la compresión y dominio del barroco quiteño, sino que poco a poco fue creando su estilo el cual más tarde, se convirtió en un referente en toda la parroquia, cuya tendencia la transmitió a sus vente discípulos, entre ellos: Miguel Ángel Rivadeneira, Hugo Zaraus, Miguel Solano, Plutarco Carrera, Emilio Fernández, (Pomasqui), Antonio Merlo, Olmedo Benavides, Ulpiano Negrete, todos ellos destacados talladores.

 

Ezequiel Rivadeneira es recordado por su precisión técnica tanto en la concentración del diseño, como en su ejecución, así también por su dominio de la rica variedad de estilos dentro de la talla que le sirvieron de fundamento para plantearse la formulación del suyo propio, que consistió en reformular el concepto del barroco como una definitiva ruptura con la línea recta haciendo de ellas más flexible, en abierta oposición a la rígida continuidad, dotándole a la estática de un creativo dinamismo, ondulando las grandes superficies y empleando elementos naturales es una delicada ornamentación, logrando en el diseño unidad en armonía, con un sentido unitario en la composición.

 

En los altares es notorio su afán de fusionar su enriquecida concepción del barroco con el relieve y la arquitectura, en función del exaltado cálculo entre la distancia del retablo y el ángulo de observación, le permitieron calcular con exactitud el volumen del tallado. El artista, en vida adquirió un prestigio local, regional, nacional e internacional, por sus aportes al estilo, visibles en sus altares que oportunamente fueron comentados en varias secciones en el periódico la Verdad (en aquel entonces único diario de la región).

 

El maestro en su larga carrera artística, realizo ochenta altares distribuidos en diferentes ciudades del país y América, que le mencionaron muchos reconocimientos, entre ellos el Gobierno del General Guillermo Rodríguez Lara. El artista en la década de los setenta, gano un concurso internacional convocado por la presidencia de la república de Venezuela para la realización de diez retablos, mismos que fueron distribuidos en sus ciudades, entre ellas, Caracas, Valencia, San Felipe…(retablos que los tallo con la ayuda de sus hijos Jorge y Jaime), y cuya inauguración fue presidida por el entonces presidente de la república Luis Herrera Campíns, acontecimiento recogido en su momento por los cronistas del diario El Comercio, así como también por los principales rotativos Venezolanos; según Jorge, dicho suceso genero un impacto social importante, que estímulo al gobierno a calcular política y electoralmente la posibilidad de contratarle al maestro para que realice en dos años (tiempo de finalización de su mandato), cinco altares más, para cuyo efecto envió una delegación a la casa del tallador con dicha propuesta; pero Ezequiel de acuerdo a su hijo, no la acepto por lo perentorio del plazo, y en consideración que para la ejecución de un altar se necesitaba disponer de ocho a diez meses, por esa época el maestro se encontraba muy enfermo; y como consecuencia de dicha enfermedad, Ezequiel Basilio Rivadeneira Salas, falleció el dieciocho de enero de mil novecientos ochenta y tres en su parroquia natal.

Al escultor en su formación, su maestro lo guio hacia un proceso académico directo en lo que a la madera se refiere es decir obviando otros pasos como el dibujo natural; y consecuentemente comenzó su comprensión de la anatomía, iniciándose en la talla de las manos y después de alcanzar el suficiente oficio, continuo con el estudio de los pies, luego el pelo y finalmente el rostro; a más de maestro Antonio Montesdeoca, se formó también con los escultores, Cesar Montesdeoca, (escultor y pintor) discípulo de los hermanos Daniel y Luis Reyes así como también de Miguel Montesdeoca.

Alcides recordó un hecho interesante de aquellos tiempos, que por lo anecdótico vale la pena destacarlo; comento el artista, que el discípulo estaba obligado a demostrarle a satisfacer del maestro, que su etapa de aprendizaje había concluido, precisamente dándole forma a través del desbaste a un San Vicente; y solo entonces “pasaba la prueba final”, siendo aceptado por este como apto para desenvolverse en el amplio mundo de la escultura religiosa; y para Alcides, esta regla no fue la excepción; admitiendo que gracias a los progresos logrados de las exigentes y diarias tareas, comenzó a sentir un gusto especial hacia esta forma de expresión artística. El escultor recordó, que sus primeras imágenes las realizo para la ciudad del puyo, luego de algunos años de trabajo constante consolidándose en él un merecido prestigio a nivel nacional, contratado por la mayoría de comunidades eclesiásticas del país para que esculpa imágenes religiosas de variadas temáticas; y por la evidente calidad visible en sus esculturas su prestigio alcanzo dimensiones internacionales, requerido por encargo desde España, Chile, Colombia y otros países. Mención especial merece el trascendente hecho histórico en la vida del valioso escultor Sanantonence referente a la ciudad Colombiana de Popayán, en función de su alta depuración técnica evidente en sus esculturas, fue acordado para que realice algunas composiciones de carácter religioso, participando un conjunto policromado del artista, de forma permanente en la Famosa procesión de Semana Santa en la misma ciudad, siendo una de las más importantes, “el encuentro de Jesús con las mujeres de la calle de la amargura” (conjunto escultórico de tamaño natural que se encuentra en Popayán).

Por esta brillante trayectoria el nombre del artista está registrado en el archivo histórico de la ciudad Colombiana antes mencionada; y en nuestro país, fue galardonado con múltiples reconocimientos, entre ellos el premio Pedro Moncayo otorgado por el Ilustre Municipio de Ibarra. Alcides Montesdeoca; hoy por hoy es parte importante del patrimonio artístico de San Antonio, y está convencido de que a los jóvenes cultores de las diferentes disciplinas artísticas; hay que facilitarles las suficientes oportunidades para que sean los futuros artífices del destino cultural de los pueblos.

En aquella época, para ingresar al colegio, todos los interesados debían por obligación cursar el “año preparatorio” cuya duración aproximada fue de tres a cuatro meses. Gerardo con el suficiente oficio adquirido antes de ingresar al Liceo, plasmo en las prácticas sus conocimientos en un boceto inspirado en el libro del Apocalipsis, titulado “Las 7 trompetas del juicio final”. El destacado alumon se retiró al terminar el quinto curso, por motivos ajenos a su voluntad.

En 1952, el pintor junto con su amigo y compañero Carlos Ibujés decidieron viajar a Guayaquil a probar suerte; allí pintó un cuadro de Cristo Rey, el cual fue un enlace para ser contratado por el padre Cecilio, superior de la Iglesia Virgen del Carmen para que decore su interior con temas religiosos, entre ellos el cuadro titulado “Tres Coros de los Santos Carmelitas” así como también el Baptisterio con 7 cuadros del tamaño de 160 x 120 más otras siete de las mismas dimensiones relacionados a la Liturgia del Bautismo; también pinto un mural de ocho metros de largo en el hospital de la Maternidad Sotomayor y Luna, en un tiempo record de 15 días; y sus últimas obras en dicha ciudad fueron pintadas en 1958 en la Iglesia de San Vicente.

Gerardo López, además de buen pintor, fue un destacado músico, fue miembro fundador del conjunto “Rondador” quienes interpretaron canciones en vivo en la radio Continente, dirigido por Augusto y Manuel Báez, en donde por el interés despertado en la audiencia consiguieron un espacio en Teleamazonas en 1969, más tarde se integraron al Grupo Niucanchi Llacta, el cual represento al país en certámenes internacionales. El artista en su vida obtuvo múltiples reconocimientos como pintor y músico. Rodrigo Colorado.

Siempre admire en el su prolífica creatividad que le impulsó a plantearse una variedad de recursos técnicos sobresaliendo las texturas tanto visuales como táctiles percibiéndose en ellas dibujos vigorosos y muy espontáneos. El maestro en 1967 integro el grupo Van junto a siete pintores de su misma generación.

Almeida maneja con mucha probidad algunos materiales disimiles entre sí,  como pasteles, arroz, clavos, polvo filtrado, piolas, adhesivos de ebanistería, óleos y acrílicos, él se nutrió y utilizo  a voluntad sin ninguna dificultad, los puntales técnicos que el informalismo experimento.

Gilberto Almeida logra en el color interpretar todo un oficio a un mundo subjetivo lleno de poesía desmitificada, posibilitando que el entorno iridiscente de su mente nos pueda transmitir a través de su pintura, su energía, su vitalidad y de forma extraordinaria su brillante talento y singular franqueza que lo han catapultado como uno de sus patrimonios vivientes más significativos del desarrollo cultural, intelectual y artístico del país, un icono de las actuales y futuras generaciones, no en vano fue galardonado en sus cincuenta años de actividad ininterrumpidas con múltiples premios y condecoraciones al más alto nivel que por sí solo hablan de toda una trayectoria escrita en las páginas de la Historia del Arte contemporánea ecuatoriano.  

El mismo, ocasionó cuantiosos daños materiales y víctimas mortales, que fueron sepultados en fosas comunes, en el mismo sitio donde décadas atrás, fueron enterrados los caídos en combate en la batalla de San Antonio de 1812. Lugar comúnmente conocidos hasta hace poco como: el cementerio; sitio, ubicado al sur y a pocos pasos del templo. Las autoridades Cívicas y Religiosas de la época con el apoyo directo del presidente Gabriel García Moreno emprendieron en la enorme tarea de reconstrucción de las áreas destruidas por el siniestro; lo propio, hicieron los representantes de San Antonio que a dicha reconstrucción. Incluyeron las imágenes religiosas del templo seriamente afectadas por el desastre; y para el cumplimiento de dicho objetivo, se trasladaron a la ciudad de Quito, a contratar a los más destacados escultores para que las restaure.

Aquello genero todo un acontecimiento en la población, en virtud de que logro despertar la curiosidad de sus habitantes, para observar una actividad totalmente desconocida en la época; y por supuesto, no podía faltar la presencia del inquieto niño Daniel Reyes, el cual, en su proceso de formación temprana siendo aún niño, se estimuló al observar como restauraban las esculturas, cuya experiencia en el muchacho, se convirtió en una verdadera vocación, que lamentablemente los ociosos, sin embargo su madre al contrario, se sintió atraída por las inclinaciones de su hijo, trasladándose con él, a Quito para que amplié su visión de la artes, a través de la observación de la magnífica de la escala quiteña, situación que le permitió conocerle, al último exponente de esta escuela , José Domingo Carrillo, el cual finalmente, le acepto como discípulo; taller en el cual, permaneció 3 años (en razón de la prematura muerte de su maestro en 1883).

El escultor fue un hombre humilde pero visionario, que no se conformó con el conocimiento y el oficio adquirido, y supo en su momento crear y aprovechar las esquivas oportunidades de su vida. De regreso a su tierra natal cumplidos los 24 años, en 1884 abrió una academia como escuela de artes y oficios, a la cual la concibió en dos instancias de institución, la primera a nivel primario, cuyo docente fue Camilo Pompeyo Guzmán (Quiteño residente en la población); y la segunda como Centro de Formación y Capacitación en el campo de las artes y oficios, que la llamo “Liceo Artístico”, donde se formaron numerosos discípulos entre propios y ajenos a la parroquia, la cual en el corto plazo, “Direcciono” a una respetable sector de la población y la región, al cultivo de las actividades artísticas.

El hecho cierto e incuestionable fue, de que esta institución, trascendió a escala nacional e internacional con membresía propia, al punto, que el Monseñor Federico Gonzáles Suárez amigo de Daniel, personalmente verifico por algunas ocasiones el progreso de los aprendices del maestro que junto a sus hermanos Luis y Fidel impartieron sus conocimientos a sus discípulos, destacándose entre otros: Carlos Montesdeoca. Daniel Reyes como primogénito siempre se interesó por el futuro de sus hermanos menores; y por esa preocupación, le pago al amigo suyo, el reconocimiento pintor Luis Cadena (Quiteño), para que le enseñe a pintar a su hermano Luis, (el cual quedó huérfano de padres y madres, antes de concluir la instrucción primaria).

Más adelante éste abrió las puertas de su propio taller y lo propio hizo su hermano Fidel. El destacado maestro desarrollo sus múltiples habilidades en el campo de las artes plásticas dentro de un profundo academicismo, el cual se manifiesta en su producción artística, comenzando por el dibujo natural, la escultura y la talla en madera, la carpintería y el modelado, así como también la piedra y el bronce; así mismo, el maestro logro destacarse por el buen manejo tridimensional del color y sus tonos, junto a la policromía  que hizo de sus escultores religiosas verdaderas obras de arte. La academia, en su momento tuvo sus detractores e incluso despertó algunas búsquedas de obtener beneficios personales. El destacado maestro murió en 1939 y sus restos se encuentran el antiguo cementerio de la localidad.

La producción del artista fue amplia; sin embargo, es lamentable que en su pueblo natal no exista la presencia física de su obra, a excepción de las campanas de la iglesia, las cuales fueron fundidas en el Liceo, el 4 de Marzo de 1904, así como también algunas imágenes que se encuentran en la iglesia de la parroquia y otras tantas pertenecientes a un coleccionista probado de la localidad, de las cuales se destacan: un Cristo cuyo rostro, refleja el martirio al cual fue sometido Jesús, antes y durante su crucifixión, y una interesante escultura adquirida no hace mucho por el mismo coleccionista, la cual despierta  en el observador, un sentimiento de profunda admiración por lo complicado de su concepción y elaboración en madera. La escultura en referencia representa a “Magdalena” en actitud de arrodillarse, siendo notorias su abundante cabellera que cuelga de su cabeza, permitiendo a través de ella observar parte del rostro y su mano que los aparta ligeramente de su cuerpo; esta escultura, es parte de un calvario.

Daniel fue un escultor de las artes plásticas cuya habilidad le permitió incursionar en las diferentes expresiones artísticas. Luego de la muerte del multifacético artista, fue notoria del “Liceo Artístico”, situación que condijo a la indispensable creación de una institución, legalizada, y respetada por el estado; para cuyo efecto, el 24 de octubre de 1943 en Asamblea popular, fue aprobada, la creación de una junta Patriótica presidida por: Leonardo Cevallos, y dirigida por el flamante párroco Miguel Ángel Rojas, de cuyos objetivos, el más importante fue la creación del Liceo Artístico “Daniel Reyes”, como la mejor alternativa, para que esta institución, continúe con los brillantes iniciativas del escultor fallecido años atrás, decisión que fue respaldada por la Cámara Edilicia de Ibarra en la presidencia del consejo Municipal de Luis Tarquino Páez.

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